miércoles, 18 de noviembre de 2009

LA REPUBLICA RESTAURADA
Dio también al pueblo, además de nuevos ideales, los héroes que le faltaban y que desde la época de la Independencia no surgían espantados por los manes de Santa Anna. La historia mexicana aumentó sus nombres y a través de su culto resistió otros cincuenta años la ausencia de hombres auténticos.
Independencia absoluta, autodeterminación libérrima, dignidad soberana, tales eran los postulados que los patricios republicanos sustentaron en todo momento: hombres que lo mismo utilizaban la espada que la pluma, ponían en ellas toda la pasión, fuerza, inteligencia y valor que era necesario. Por haber querido edificar una patria nueva, tuvieron que destruir restos de un pasado que detenía el progreso, mas su acción fue en última instancia de un creador que amasa la arcilla que tiene a la mano, la purifica y le imprime nueva forma y un aliento más noble y alto.
La victoria se obtuvo merced a un gran esfuerzo colectivo del que tuvieron plena conciencia nuestros próceres. La autodeterminación había costado muchos sacrificios que no debían a todo trance ese principio, sellado con la sangre de la nación entera.
La República venció a sus enemigos del exterior gracias a que tras ella estuvo la nación entera, conducida por hombres de calidad extraordinaria: estadistas, políticos, filósofos, educadores, militares, poetas, pero no solos, sino acompañados por su pueblo, de donde arrancaban sus virtudes.
En el triunfo de hace más de cien años. Su sangre y heroicos esfuerzo, derramados por todos los rincones de la patria, le otorgaron en cambio la libertad. De sus anhelos, los grandes reformistas fueron lo intérpretes más certeros y fieles, y la victoria lograda.
Al regresar a la ciudad de México Juárez y sus compañeros, el destino de México que ellos habían contribuido a forjar con lealtad, honestidad y firmeza estaba asegurado. Al dirigirse a la patria señalándola el esfuerzo realizado para liberarla y el debate a cumplir en el futuro, el primer magistrado actuaba como un auténtico padre de la patria. Él le había devuelto su perdida libertad y dignidad y otorgado un destino más noble. Ella, en ese momento y para siempre, concedería a su Presidente, en pago de esa deuda, perpetua gratitud y los laureles de una gloria eterna.
POESIA
Las palabras de los oradores y la poesía de Luis G. Urbina loaron la memoria del patricio.
Arenga a Juárez.
Y fue del sueño de la noche oscurade raza infeliz heroica y triste,del que brotó serena figura.
No, efímero relámpago, prendistepor un instante al horizonte, el fuegode un sideral y lívido amatista;
no relumbraste en la tiniebla, y luego,extinto tu fulgor, quedose el mundomás hirviente de sombras y más ciego.
No señor, fue tu brillo en lo profundode la terrible noche de la razahundida en un sopor meditabundo,
perenne antorcha que el pavor rechaza;fanal insomne que los vientos veta,astro que resplandece y amenaza.
He aquí por que la multitud inquieta,agítese, y estemos frente a frente,tú, la inmortalidad, y yo, el poeta.
Inmenso y grave tú, yo reverentey humilde; tú, marmorizado ensueño;yo, voz que canta y átomo que siente.
He aquí llegar con peligroso empeñoa ti - lo grande, el símbolo que dura; -al hombre - lo que pasa, lo pequeño,-
Pero al pasar su pequeñez, depurala vida; y de tu carne, ayer morena,hace hoy, por fin, escultura blancura.
Más no se laza tu imagen serena,ni tan radiante está de lo que entoncesfue en medio de la tenaz lucha terrena.
La puerta del ser giró en sus goncesy entraste tu, llevado hasta la muerteel color y la fuerza de los bronces.Y así, señor, quisiste engrandecerte;y penetrar severo en el combatey así morir en él, tranquilo y fuerte.
¡Late, soberbio mármol! Late, late,cual si tuviese corazón; te llevael pueblo en su lama como a dios penante;
Y tu memoria, en cada hogar, renuevaLa gran veneración por el que pudoSurgir del negro fondo de la gleba.
Por el que fue una voz del triste y mudogenio del conquistado que aún se asombracon la final visión del férreo escudo.
Y por aquel que el indio llama y nombra,cuando quiera mirar como fobiasa un ángel blanco en medio de la sombra.
Tramontaron los soles de tus díaspenosos, y el derecho, tu bandera,ampara nuestras dulces alegrías.
El sol de tu cielo reverbera,con flamante esplendor, con anhelode dar al aire luz de primavera.
Oro y diafanidad, para que el vuelode las lamas, se bañe en lo infinitoclaridad milagrosa de tu cielo.
Todo florece en paz - la paz bendita;la paloma del arca que atraviesa la nube, y la esperanza resucita.
Brilla tu monumento en la turquesadel fulgor matinal, y hasta el ramajeparece que inclina y que te besa.
En ti, reposaron de su viajeazul, las golondrinas bulliciosassacudiéndose el polvo del plumaje.
Hasta a ti llegaron las mariposasY te enviaron perfume en el vientolos rojos incensarios de las rosas.
Vela en la majestad del monumento,gran héroe de la ley, como la vida:recogida en un noble pensamiento.
Del bloque mismo en que fue esculpidatu imagen, evocaron los cincelesel simbólico grupo que te cuida.
Y en la blanca materia, tus laurelesse vuelven perdurables, y así mirasque la patria y la gloria te son fieles.
No provocas temor ni odios inspiras;pero quedó sobre tu ceño adusto,el resplandor de las sagradas iras.
Salvaste a la república en tu a gustodeber. Señor, estás aquí por eso,y porque fuiste grande y fuiste justo.
En tus hombros de atlante cayó el pesodel porvenir, tuviste la energíade conducir un mundo hacía el progreso.
A través del dolor y la agonía- la patria al recordar tus heroísmos,se estremece de orgullo todavía.
Porque entre sus terribles cataclismosy tus fastos gloriosos, Señor, erescomo una luz que alumbra los abismos.
No el odio temes, ni el olvido esperesno es efímera y vana tu grandeza¿vive la libertad? Pues tu no mueres.
La apoteosis inmortal empieza;la de tu raza en ti, la que pareceuna gran sombra en una gran tristeza.
La que tosca y callada languidecey en su informe, quimera primitiva,no se que sueños pavorosos nace.
Padre, de tu cabaña, de improviso, salió firme, tenaz, clarividente,como un fulgor de paraíso.
Tu alma indígena…entonces en orientehubo aurora, y el sol de tus montañascon ardor de oro se clavó en tu frente.
Y fuiste conductor del pueblo; - extrañasvidas, las que esperáis a que el sol hieracon su dardo de luz vuestras cabañas.
Mirad este alto ejemplo - lisonjeraes la esperanza ¡Oh padre! Pero, dime:¿Se cambiaría el erial en sementera?
Tú, el hombre de la fe; la fe sublime;para sembrar, de nuevo a nuestra manoy en nuestras almas tu vigor imprime.
Que el glorioso excelsos soberanose canta el nombre del plebeyo fuerte,de austeridad viril como un romano.
Que en nuestro libre espíritu despiertela admiración por ti cuya existenciatranquila y pura sorprendió la muerte.
Que nos envuelva cual divina esencia,la libertad; pues también nos distela santa libertad de la conciencia.
Y que en el fondo de tu raza tristese encienda el ideal como en la oscuranoche se encienda un pálido amatista.
Que se levante siempre la blancurade tu soberbio mármol, que las rosasinciensen con fragancias tu figura.
Que suban hasta a ti las mariposasque aquí vengan los pájaros contentosa sacudir alas temblorosas.
Que les ofrezca la cauda de los vientos,bañados cual aves en rocío,en lágrimas de amor, los pensamientos.
Y así como en la paz en la contienda,en dócil calma o en frío bravío,como a una ara magnífica y tremenda,llegue a regar las flores de su ofrenday a bendecirte, el pueblo ¡Padre mío!

1 comentario:

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